DE partida, dos ideas. Primera idea. Una suma aritmética para alcanzar 38 escaños es tan legítima como el liderazgo del más votado. Segunda idea. Las alternancias son sanas porque a todo partido le viene bien un paseo por la oposición para aprender con humildad que el liderazgo no se tiene, se gana; y, de paso, se puede aprovechar para hacer limpieza para que vuelva a resplandecer la virtud y ser modelo social. Al estilo Gorka Agirre. Dicho esto, me apresuro a decir que las alternancias no se deben producir a cualquier coste. Y, en este caso, el coste es tan alto, que su precio es impagable porque es para peor o, en el mejor de los casos, para nada.
Ramón Zallo, catedrático de Comunicación de la UPV/EHU
(en Deia)