Después de que el Estatuto de Estella fracasase por la negativa del Estado a permitir la gestión del hecho religioso en la autonomía vasconavarra, nacionalistas vascos y carlistas acordaron un nuevo proyecto de Estatuto vasconavarro, el conocido como de las Gestoras. Al PNV y al carlismo les había unido la defensa de los fueros históricos y también el socialcatolicismo. Pese a la ilusión que había generado en gran parte del carlismo navarro el Estatuto de las Gestoras, el líder carlista Conde de Rodezno se mostró favorable a un estatuto foral exclusivo para Navarra y persuadió a los numerosos concejales y alcaldes carlistas navarros de votar en contra.
Tal vez en este momento, en 1932, debamos situar el principio de la escisión entre un carlismo tradicionalista y el Partido Carlista defensor del socialismo autogestionario. Muchos carlistas se quedaron totalmente decepcionados por ese resultado porque para ellos la cuestión autonómica cobraba máxima importancia, consideraban que el tradicionalismo en Navarra pasaba por el euskera y el folklore vasconavarro, y concebían un catolicismo impregnado de las encíclicas papales que promovían la justicia social, tachadas de socialistoides por la propia derecha española. (klik egin-ver más)
Alberto Ibarrola Oyón, en Grupo Noticias