Jokin Artajo y Alberto Asurmendi eran dos jóvenes de Iruña que fallecieron en el valle de Ultzama el 6 de abril de 1969, al estallarles dentro del coche un explosivo que querían colocar. No intentaban matar ni herir a nadie, tan sólo provocar el corte de la etapa de la Vuelta a España, para recordar a Europa que en el Estado español persistía una dictadura que ahogaba las aspiraciones del Pueblo Vasco. No eran militantes de ETA, sino de un grupo juvenil que intentaba provocar la unidad de acción de los abertzales.
Elma Saiz, delegada del Gobierno de Navarra ha denegado la solicitud de Ahaztuak 1936-1977 para celebrar un homenaje a su memoria, alegando que dicho acto conmemorativo podría constituir un delito de exaltación del terrorismo. Para la actual delegada gubernativa, cuyo balance en el cargo dista poco del de sus predecesores del PP, debe resultar irrelevante que aquellos dos muchachos combatiesen a un régimen fascista que había alcanzado el poder con procedimientos terroristas y se mantenía en él de la misma manera. Ante esta aberrante distorsión de la memoria se hace necesario reivindicar la condición de militantes resueltos y entrañables de Jokin y Alberto. Por discutibles que fueran los métodos, ellos son parte importante del orgullo de la generación de la juventud antifranquista de aquella época.
Praxku
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