
Frente a la aceptación acrítica de la Monarquía como si su vigencia fuese algo tan natural como el sistema solar, frente al engaño histórico de su papel democratizador y de arbitraje en la transición política española, es necesario un trabajo incesante de desmitificación de una institución constitucional pero no democrática, de un cargo no electo ni sujeto a la ratificación popular. Con la alternativa de un proceso constituyente, socialmente legitimado, que pacientemente construiremos hacia la III República.
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