Mientras Roberto Jiménez y Miguel Sanz se echan unos vinos en las fiestas de Pitillas, los nietos del alcalde del pueblo fusilado en 1936 buscan un “geo radar” para hallar los restos de Antonio Cabrero Santamaría, perdidos en los montes de Soria desde hace 73 años y posiblemente el único alcalde navarro cuyo cuerpo todavía no se rescatado.
No hay recuerdo en Pitillas para el socialista que pagó con su vida la defensa del comunal, a pesar de que en el pueblo gobierna hoy otro militante del partido de Pablo Iglesias y para más inri, padre del secretario general de los socialistas navarros.
Un Roberto Jiménez que, eso sí, nada más tomar posesión hace un año corrió como un poseso a llevar flores al parque de Sartaguda que recuerda a los 3.500 republicanos asesinados. Allí había cámaras de televisión y en los montes de Soria sólo nietos de Cabrero que arañan la tierra para que descanse en paz la memoria.
Los Jiménez de Pitillas, socialistas que, casualidades de la vida, proceden de Soria, tampoco saben nada del cura del pueblo durante la República, Santiago Lucus Aramendía, uno de los pocos sacerdotes navarros asesinados por los golpistas por sus ideas progresistas, un socialista moderado lo consideraban algunos.
No, en Pitillas gobierna el orden establecido. En fiestas van de la mano Roberto y lo más granado de UPN, Barcina, antigua compañera de ayuntamiento, incluida, que para eso conoce bien el paisaje. Los cuatro revolvedores que quedan que sigan buscando, que levanten monolitos al alcalde Cabrero, pero en Soria. En Pitillas, como en el resto del País, “la vara de la libertad” sigue perdida y enterrada muy profunda. Algunos pisan encima, para que no resplandezca nunca.
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