La furia de algunos conversos no es solamente implacable, como dicen las leyendas, sino que además tiene como fruto lógico el de la incongruencia de los razonamientos. Aquel que cambia de bando y no hace el mínimo examen de conciencia, está abocado a una eterna carrera hacia delante, que deja atrás las afirmaciones de su pasado con la celeridad del que huye de sí mismo. Es como una especie de condenación en vida. Este es lo que parece que le ocurre a Emilio Guevara en su artículo del El País (4-9) El nacionalismo es así.
Imanol Lizarralde, en Aberriberri
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