La Iglesia parte siempre de la univocidad de la verdad. Se siente su
poseedora absoluta sin posibilidad de que nadie le discuta ese dominio que le
viene nada menos que del único Dios verdadero y de la fuente del derecho
natural. Pero se da la paradoja de que no es Dios o la naturaleza quien deposita
la verdad en la Iglesia, sino que es la Iglesia la que fabrica la verdad y
asigna su origen a la divinidad o al derecho natural.
Naturaleza y Dios son así los depositarios de un
pensamiento construido por la Jerarquía a lo largo de los siglos que busca un
respaldo autoritario más allá de sus mandatarios. Por eso cuando a la Jerarquía
se le pide que muestre el fundamento de muchas de sus normas nos remite, no a lo
que debía ser
la fuente de la revelación, sino a la tradición, entendida ésta como la vigencia
de una creencia o práctica impuesta a lo largo del tiempo sin autocrítica
alguna. (klik egin-ver más)
Rafael Fernando Navarro, en su blog Marpalabra
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