
A medida que los casos de corrupción protagonizados por políticos han ido creciendo en los últimos años en España, se ha generado una importante polémica sobre la "
presunción de inocencia", un concepto tan manoseado como devaluado por implicados en estos procesos judiciales y por sus partidos políticos. Hasta tal punto que en este país nos hemos acostumbrado a que ningún político imputado o procesado dimita, por graves que sean las acusaciones y contundentes sean las pruebas de cargo existentes, algo muy diferente de lo que sucede en el resto de países de nuestro entorno. Y cada nuevo caso de corrupción en el que se ve imputado un político se convierte en un espectáculo obsceno de canto a una inocencia angelical que hace el ambiente irrespirable, al pervertir hasta extremos insospechados explicaciones que constituyen un auténtico insulto a la inteligencia, a la ética, al sentido público y a todos los ciudadanos.
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Carlos Gómez Gil, sociólogo, en Rebelión
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