Cuando nací, hace 28 años, nadie en mi casa hablaba euskara. Ni mi madre, ni mi padre. Tampoco mis familiares más allegados, muchos de los cuales habían llegado a tierras vascas en busca de trabajo y de un futuro mejor. A decir verdad, nunca tuvieron una especial vinculación con el euskara, pero si hay algo que les agradezco es el haberme dado la oportunidad de aprender esta lengua desde el primer día en que pisé un centro escolar.
Aunque lo he pensado a menudo, no alcanzo a imaginar cómo habría transcurrido mi vida si no me hubieran matriculado en el modelo D. Es imposible averiguarlo, obviamente, pero seguro que no hubiera conocido a la mayoría de mis amigos, tal vez frecuentaría otros lugares y quién sabe si me hubiera decantado por el periodismo.
No digo que mi vida en ese caso hubiera sido ni mejor ni peor, pero sí muy diferente. Las anteriormente citadas, lo sé, son simples circunstancias personales. Más allá de esas circunstancias, la verdadera grandeza del euskara –ojo, como la de cualquier otro idioma– es abrir una ventana a un nuevo mundo que nos ayuda a ser un poquito mejores. (klik egin-ver más)
Rubén Pascual, en GARA
En Navarra proponer la lógica del bilingüismo es como si se pretendiera secuestrar a los niños, meterlos en un quirófano y extraerles algún órgano vital para dárselo de comer a Sabino Arana. Aprender euskera no causa ninguna enfermedad ni provoca la pérdida de facultad alguna, al contrario, como toda persona conocedora de dos idiomas, beneficia y mucho la capacidad intelectual de los niños. Pero ya digo, en Navarra, ese lugar donde estallo en 1936 la gran matanza del nazionalcatolicismo en una especie de akelarre de la sangre y la cruz, seguimos sometidos a una estrangulación mental tal que solo nombrar el euskera provoca un temor comparable al que padecíamos de niños al oír hablar del “sacamantecas”
ResponderEliminarQue en ningún lugar el bilingüismo haya causado nada de esto ni haya sido un hándicap mayor para los monolingües es suficiente realidad para atajar la estupidez retrograda en la que buena parte de la sociedad navarra está inmersa al margen de los que dicen lo que dicen y asustan como asuntan porque viven y muy bien de ello: los propagadores y defensores de la ideología terrorista nazionalcatolica impuesta desde 1936 y que ha venido gobernando navarra ininterrumpidamente desde aquella fecha.