Se ha escrito mucho sobre los restos de Sanjurjo «encriptados» en los Caídos. Pocos saben que la culpa de que dichos polvos mortales terminaran inhumados en la catedral en 1939 y, posteriormente, en la cripta, la tuvo el Ayuntamiento navarro de Lumbier. La historia no es justa repartiendo parabienes y laureles, porque, a decir verdad, sin la intervención de Lumbier, ahora mismo no hubiéramos contemplado los alardes dialécticos entre Ayuntamiento, arzobispado y representantes de los familiares del finado. Gracias a ellos, podemos comprobar que el humus nutricio del franquismo, encarnación putrefacta del fascismo, sigue cultivándose en ciertas latitudes y actitudes anticonstitucionales y antidemocráticas. (klik egin-ver más)
Víctor Moreno, en GARA
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