Me pegué media vida oyendo que sin violencia aquí se podía hacer política de cualquier cosa y ahora que en otro lugar tratan de hacer política -y con una mayoría parlamentaria, no han asaltado el Parlament armados con butifarras- se les amenaza -entre otras cosas- con la violencia. Supongo que la unidad indivisible de España es así, básicamente acusa a los demás de pasarse por el forro las leyes cuando es precisamente la unidad indivisible de España la que lleva años haciendo oídos sordos, negando toda clase de peticiones formales para efectuar un referéndum, cargándose vía Tribunal Constitucional 14 artículos del Estatut aprobado por los catalanes en 2006 -y por los españoles en el Congreso de los Diputados, no lo olvidemos- y bloqueando todas y cada una de las obligadas salidas dialogadas que un Estado debería ofrecer a una sociedad cuando esta ha demostrado clara y sostenidamente que en su interior anida un deseo cuando menos muy amplio -una votación aspira a eso, a saber cuánto de amplio- de cambiar su estatus. O, como mínimo, de establecer una consulta ciudadana legal, válida y segura que pudiera servir de punto de partida de algo o, por el contrario, de puntos suspensivos hasta un futuro más o menos lejano. España no ha cedido un solo milímetro y nos ha traído a todos hasta aquí, al margen del inmenso embrollo jurídico y legal que nos quieren hacer tragar ahora, cuando el quid de la cuestión no es ese sino la existencia palmaria de un porcentaje muy alto de personas que quieren votar para ver si se constituyen en otro ente o no y España no les deja, se lo impide y les va a perseguir. Apoyar que lo puedan hacer no es apoyar al independentismo, sino apoyar que los pueblos libremente puedan decidir su futuro cuando se dan condiciones históricas, numéricas, políticas y sociales obvias, como es el caso. El resto es un país cosido a la fuerza, una mentira.
Jorge Nagore, en Diario de Noticias
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