Brazos en alto, esvásticas ondeando y vítores a Adolf Hitler. Mientras que en el día de la hispanidad y del alzamiento nacional los nostálgicos del franquismo toman las calles españolas con variedad de simbología fascista, esas imágenes son impensables en Alemania.
Marcados por un pasado sangriento, el gobierno teutón legisló para prohibir, perseguir y castigar todo tipo de expresiones afines al nazismo. A la tipificación como delito de estos actos en el artículo 86ª del código penal alemán se le suma el profundo ejercicio de memoria histórica impulsado por las autoridades. Una campaña que ha sensibilizado a la sociedad recordando constantemente los crímenes perpetrados por sus abuelos y que ha permitido que, a diferencia de España, cualquier simpatía nazi sea considerada un escándalo monumental.
Pero a pesar de ese fuerte estigma social que persigue a los alemanes la desnazificación de la posguerra no fue completa y aún quedan nostálgicos del Reich. Prueba de ello son el reciente escándalo en el ejército alemán, un cuerpo público que aún arrastra esa herencia en conmemoraciones vigentes a las tropas nazis, o los deslices del sector más radical del partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). Palabras como las de Bjorn Höcke, quien lamentó el sentimiento de culpa alemán asegurando que el monumento a los judíos de Berlín era a la "vergüenza", aún dan votos. Queda trabajo.
Carles Planas Bou, en El Periódico
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