Como si la cadena perpetua fuera a restañar el daño y el dolor de esas familias que se han visto trágicamente golpeadas por unos crímenes como los que salen -muchas veces con un morbo que da asco- en las portadas de los medios de comunicación y en los telediarios. La cadena perpetua no arregla nada. Lo empeora. La cárcel tiene el loable objetivo de cambiar la cabeza de quien ha cometido un delito. Nadie es lo mismo siempre. Cambiamos con el tiempo. El tiempo nos enseña a cambiar, a convertir los errores en una escuela de renovado aprendizaje, a mirarnos en el espejo y escupir cada día menos a la imagen que vemos reflejada en el cristal con cagadas de mosca porque lo heredamos de la abuela. (klik egin-ver más)
Alfons Cervera, en El Viejo Topo
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