domingo, 15 de julio de 2018

EL OBISPO QUE NO CREÍA EN DIOS

Es lo habitual. Cuando una persona notoria fallece, los discursos suelen centrarse en los recuerdos positivos, en las cualidades y en los valores del difunto. Tras el fallecimiento del obispo emérito de Donostia, José María Setién, se han prodigado en las declaraciones públicas y en los medios las cualidades intelectuales, espirituales y éticas del finado, por supuesto ensalzándolas y en este caso con un cierto carácter de desagravio. José María Setién ha recibido el afecto y la admiración de los representantes de la sociedad guipuzcoana, de la ciudadanía y de quienes conocieron su trayectoria pastoral en los años más duros de las expresiones de violencia. Ya muerto, quienes le difamaron y fabricaron su caricatura abominable aún dejan caer -eso sí, con sordina- la inercia de su odio.
Pablo Muñoz, en Grupo Noticias

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