La villa de Kaseda se encastilla en torno a una pequeña colina a los pies del río Aragón. Es un pueblo medieval de cuestas picas, cuyas calles se van enrevesando conforme se asciende hasta llegar al Ayuntamiento y la iglesia de San Zoilo. Al subir, nos cruzamos con una patrulla de policías forales que no han abandonado el pueblo desde el triple crimen por miedo a que se desate alguna venganza.
La otra nota discordante son las cámaras de televisión persiguiendo a vecinos para buscar retales de la historia. La mayoría les rehuyen o rechazan declarar, salvo una anciana con un bastón que explica que la casa llena de perdigonazos marcados por la policía con plastiquitos amarillos es la suya. No sabe gran cosa. Ya vive en la residencia. Las teles, que toman planos de la calle y de la infravivienda en la que vivían Amparo y Julio, la pareja que al parecer motivó la disputa familiar que acabó a tiros, no necesitan mucho más. (klik egin-ver más)
Aritz Intxusta, en GARA
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