
Después de 35 segundos eternos, cuando cesó el estruendo y se disipó la polvareda, de las calles deshechas emergió un drama que a la fecha no se ha descrito en toda su magnitud.
A 10 años de esa catástrofe infernal, en la que murieron 316.000 personas (cifras oficiales), el espacio que ocupaba la sede del gobierno haitiano sigue vacío, con una solitaria bandera. Al frente, otro vacío, la plaza Campo Marte, que hace 10 años llegó a albergar una atestada ciudad de carpas con miles de damnificados, hoy fuertemente vigilada por la policía nacional que intenta mantener a raya las incesantes oleadas de protesta de una nación en crisis. (klik egin-ver más)
La Jornada
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