He pasado miedo en la N-121-A. Una noche de lluvia, con el firme mojado y muy poca visibilidad, el sudor de las manos por la tensión de no cometer un despiste llegó a humedecer el volante. Ni hablábamos en el interior del vehículo. Las complicadas condiciones para circular se multiplicaban con la aparición de frente y a toda velocidad de los camiones que bajaban rumbo a la frontera. Parecían monstruos surgidos de una gruta negra. Eso, los que venían de frente, porque entre quienes transitábamos en dirección a Pamplona también sentíamos su presión a nuestra espalda. Por kilómetros, tuve la sensación de encontrarme en una ratonera. El sábado, mientras algunos políticos manipulan las interpretaciones políticas de las transferencias del Tráfico a Navarra y no se habla de dar con fórmulas para garantizar la seguridad y el buen estado de las carreteras, dos jóvenes perdían la vida en un nuevo accidente en esa peligrosa vía. Desde 2010 han muerto 31 personas. Es cierto que a veces cometemos imprudencias; que los camiones, que están en el foco de la polémica son conducidos en muchos casos por personas que trabajan en unas condiciones laborales extremas; y que hay camioneros que circulan habiendo consumido sustancias estupefacientes, como queda de manifiesto en numerosos análisis realizados por Policía Foral. Pero no es cuestión de señalar culpables sino de seguir buscando soluciones. De poner freno a esta sangría.
Félix Monreal, en Diario de Noticias
No hay comentarios:
Publicar un comentario