Es evidente que el confinamiento está dando sus frutos y que la tasa de contagiados se ha desplomado tras quince días de encierro máximo. Pero el Gobierno central ha decidido tragar con la doctrina globalista del economicismo genocida. El recetario de esta secta dice que el tsunami económico que se avecina se frenará por quince días de semiapertura. Ya...
Lo que se va a frenar es la recuperación sanitaria: los contagios se dispararán, las UCIs se colapsarán y las muertes aumentarán. Eso sí, el PSOE, el PP y el PNV estarán felices porque los datos macroeconómicos dicen que la economía ha rebajado su caída en una décima a costa de cientos de muertos más.
El trabajador, desamparado ante la tormenta, no tiene más remedio que volver a trabajar en áreas no esenciales. Esta decisión vomitiva traerá muertes y volverá a dar fuerza a una cadena vírica que se estaba rompiendo las últimas semanas.
En España, país de cigarras pícaras, las órdenes gubernamentales restrictivas son esenciales a la hora de frenar el contagio al no existir una conciencia personal adulta. Es decir, que el Gobierno debe mantener el confinamiento al máximo porque no somos hormigas y esto, por suerte en otros aspectos, no es Escandinavia ni Asia.
Aquí la peña está pensado en la playa, en qué listo es porque pasea al perro tres veces al día, en exhibir de forma obscena sus ayudas, en mostrar una solidaridad hospitalaria que no oculta la siniestra opacidad pretérita y en subir idioteces a las redes disfrazado de mamarracho, aplaudiendo a los trabajadores que contribuye a precarizar con su voto, cantando memeces para ayudar a su ego o bailando junto a focos de muertes.
Ya lo decía Warren Buffet: Sólo cuando baja la marea se sabe quién nadaba desnudo. Y ahora, que ha bajado la marea en términos morales, se ve con mayor claridad que convivimos en una sociedad maravillosa en la que por desgracia habita chusma irracional.
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