Partimos de un supuesto compartido: en política, la libertad no es otra cosa que la capacidad de elegir nuestros fines por nosotros mismos. Es decir, aquella situación donde el Estado no promueve ningún sentido concreto de lo que supone una vida buena o una vida realizada. No toma posición alguna: únicamente se encarga de proporcionar un marco adecuado para que los ciudadanos elijan, en base a sus convicciones, las vías para alcanzar su propia concepción de vida buena.
A primera vista, esta noción de la libertad promovida por el liberalismo durante las últimas décadas resulta emancipadora. Sin embargo, el uso que de esta hace Díaz Ayuso, y la evidente contraposición del eslogan, delatan un modo de entender la libertad que poco tiene que ver con el supuestamente defendido. (klik egin-ver más)
Carlos Andrés Uranga, en Diario de Noticias
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