sábado, 1 de enero de 2022

LAS LUCES DE NAVIDAD


      Alegría artificial. Vender y vender una alegría que no cuela ni pasa por el filtro de la austeridad y tristeza a la que esta sociedad obliga a millones de personas a vivir. Alegran las calles, sí; pero no las vidas de aquellos que duermen en un campo de refugiados, peor que en la cárcel, por el delito de huir de su casa, de su pueblo, porque les persigue la miseria o la canalla mental de la ley del dinero y sus representantes. Alegría artificial para que la gente pasee por las calles y compre más. Algo que muchos no pueden hacer, por estar en el paro, no tienen trabajo, ni futuro, ni alegría de vivir. Algo tan sencillo no funciona en esta sociedad, por muchas luces que pongamos. Y que conste que a mí me gustan hasta los villancicos, el turrón y el champán. Pero no me gusta la forma en la que se dilapida el bienestar, mientras obligamos a los más débiles a llorar mientras cantamos. Las cigüeñas, las golondrinas, los cisnes y varios cientos de aves tienen más suerte que los hombres. Se mueven sin necesidad de papeles, de permisos para poder sobrevivir. No les meten ni en campos vallados ni les culpan por querer vivir. Es preferible ser grulla que mujer, que anciano o africano. Ya es triste llegar a eso por el mero hecho de nacer en un sitio donde te amputan el clítoris o te venden a la familia que más le da a tu padre por ti. Quieren trabajar cuidando vuestros niños, enfermos y ancianos limpiándolos, dándoles una caricia y un beso. ¿Qué delito han cometido?   

Piensa en eso entre las luces de Navidad. Bihotz bihotzez. 

Daniel Ezpeleta. (Zarrakaztelu.eus)


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