Los datos de la encuesta de Gizaker, por más que reflejen tendencias que durante las últimas semanas eran un secreto a voces en ámbitos politizados, han causado impacto social, revestido de lógicas reservas: en primer lugar porque la intención de voto nunca es extrapolable a partir de un momento no pre-electoral. Tampoco es fácil saber cuánto de estructural y cuánto de coyuntural tiene la desafección hacia el regionalismo gobernante, percibido en Navarra con el síndrome de la inevitabilidad de su hegemonía política y social. Ni se puede subestimar el posible efecto removilizador del voto conservador que en una situación realmente electoral podría tener una expectativa semejante. Por fin está la dificultad de construir la alternativa y su problemática viabilidad a la vista de experiencias más o menos recientes, como la de Galicia o la de Islandia, en las que el desplazamiento del poder de la derecha vitalicia fue flor de un día. (klik egin-ver más)
Praxku
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