Roberto Jiménez estuvo el pasado viernes en Carcastillo ante un auditorio muy reducido, formado principalmente por gente cercana a sus posiciones, pero crítico, exigente y participativo, hasta el punto de que el coloquio ocupó mucho más tiempo que su exposición. Temas diversos como la importancia de las elecciones europeas, la quiebra de los derechos sociales o las primarias del PSOE consumieron buena parte de las intervenciones. Cuando finalmente le preguntaron por el cambio en Navarra, contó que ya le dijeron en Valladolid que lo que ocurre aquí no se entiende, porque en ningún otro sitio ocurre que haya un gobierno opuesto a la voluntad mayoritaria del Parlamento. Pero cuando se le preguntó, al hilo de su expresada intención de estimular la participación ciudadana, si no sería bueno favorecer la creación de foros transversales abiertos a todas las personas que estén por el cambio, arremetió sin ninguna necesidad como un auténtico hoolligan contra todo el resto de formaciones progresistas en un discurso excluyente, lleno de tópicos sectarios y de trazo grueso, de autoafirmación y prepotencia. Creería que es lo que a su público se pone, pero tal vez se equivocó, ese discurso ya no vende, nadie es tan simple para creer posible en Navarra un escenario de bipartidismo, sistema que elogió, situando como referente el sistema electoral americano. La intención quedó clara: que vote el electorado,, que luego ellos ya decidirán lo que hacen. O lo que les manden, que no se sabe qué será peor. Oído lo que oímos, tienen muy poca credibilidad sus reiteradas promesas de "cambio de ciclo". La charla coloquial de Carcastillo, que se auguraba distendida, no dejaba de ser una oportunidad, como tantas otras, para valorar en las distancias cortas la calidad de un político. Yo, con Roberto Jiménez, ya he salido de dudas.
Praxku
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