Era un día tonto del mes de julio de 2008. Y básicamente por eso, fuimos a la inauguración de Madrid VII, Estremera, la séptima cárcel madrileña, ya en el extremo oriental de la Comunidad de Madrid. El camino era largo y la carretera final sólo conduce a la propia prisión, para que no vaya nadie que no tenga nada que hacer allí. Ese día insulso y caluroso, en cambio, los periodistas regresamos de la visita con Rubalcaba (entonces ministro del Interior), Gallizo (directora de Instituciones Penitenciarias) y Granados ('superconsejero' de Aguirre) con un titular: "cárcel 5 estrellas". Sin saberlo, parecía una prisión hecha para albergar más a corruptos que a delincuentes comunes: piscina, sala de ping pong, una buena biblioteca, un comedor con pinta de cafetería, zonas ajardinadas, deportivas... Y, hombre, no deja de ser una cárcel, pero desde luego, y sobre todo en aquel momento, toda nueva, no era ni mucho menos el agujero de El expreso de medianoche.
¿Quién le iba a decir a Granados que seis años después sería uno de los inquilinos de aquella cárcel-resort?
Pablo Herraiz, en El Mundo
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