domingo, 18 de febrero de 2018

NEOFALANGISMO PINTADO DE NARANJA

No es la primera vez, ni será la última. El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, sea por confusión o ignorancia pero en un error político de bulto, toma a Navarra por sus representantes institucionales y políticos. No es nuevo este error propio de la villa y corte de Madrid, que siempre entiende y describe a Navarra y a la sociedad navarra en función de sus intereses políticos o electorales. Navarra es una comunidad plural en la que, por cierto, Ciudadanos todavía son meros aspirantes a representar a una parte de esa pluralidad como en el Estado son aspirantes a representar una mayoría que, de momento, solo les dan ciertas encuestas como les han dado antes sin que llegaran a confirmarse en las urnas. Ahora bien, esa misma realidad aconsejaría a Rivera y los suyos una prudencia ausente en sus declaraciones, posiblemente por el propósito de arrebatar al PP el liderazgo del populismo nacionalista español y, con él, el de la derecha. Porque la reducción por Rivera y los portavoces de Ciudadanos de atacar sistemáticamente las capacidades del autogobierno foral con un discurso heredado del neofalangismo aznarista y con la simpleza de expresiones propias de tuit retrata su única ideología, la ocurrencia de un nacionalismo centralizador extremista y confrontador para intentar ganar votos. Una política naranja que no se antoja la más oportuna en quien se ve, o al menos se dice, con opciones como alternativa de Gobierno en Madrid. La utilización por Rivera de términos del cariz de “supremacismo”, “insolidaridad”, “privilegios” o “chanchullos” al referirse a los regímenes forales de Navarra y la CAV y su amenaza explícita de que liquidará el autogobierno y los derechos históricos de ambas comunidades reconocidos en la Constitución y en la normativa de la UE -desde la educación a la sanidad o una lengua propia como el euskera- no solo refleja una profunda ignorancia y una interesadamente falsa interpretación de la realidad social de Navarra y del marco jurídico-político de su relación con el Estado, sino que conlleva el riesgo de provocar sentimientos de agravio y con ello menoscabar la necesaria convivencia. Rivera, como antes otros, trata de utilizar el autogobierno y la foralidad como herramienta para una presunta recolecta de votos en el Estado español, en la creencia de que ese mismo populismo, utilizado en Catalunya, les ha catapultado en las encuestas. Pero estas no son votos. Y la falsedad y los agravios, a medio plazo, acaban por producir todo lo contrario a beneficios en la política.
Editorial del Diario de Noticias

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