El entendimiento alcanzado entre Rusia y Turquía en Idlib no era más que una fórmula para Erdogan con la que ganar tiempo en Siria para involucrarse con mayor intensidad en Libia; que vive una pugna entre dos gobierno irreconciliables: El de Fayez al-Sarraj en Trípoli, reconocido por la ONU y apoyado principalmente por turcos, qataríes e italianos, y el de Khalifa Haftar en Tobruk y Bengasi, respaldado por Emiratos Árabes Unidos, Francia, Egipto y Rusia. Y como la realpolítica a veces resulta incluso hasta cómica, Haftar ha logrado que Siria e Israel estén en el mismo bando apoyándole y dándole reconocimiento.
Khalifa Haftar, que dirigiendo el Ejército Nacional Libio (LNA) está decidido a unificar el país africano bajo su mando, anunció recientemente que rechazaba de manera oficial el acuerdo de la ONU que desde 2015 reconocía al Gobierno del Acuerdo Nacional (GNA) de Trípoli, encabezado por Sarraj.
Tras este anuncio, desde Trípoli no han tardado en acusar a Haftar de dar un golpe y querer instaurar una dictadura de corte militar. Sin embargo, y aquí es donde surgen las primeras contradicciones de muchas, hay que recordar que el GNA se creó tras el derrocamiento violento de Muammar Gaddafi y que a Fayez al-Sarraj lo han elegido las élites establecidas por el golpe —con una importante participación de los Hermanos Musulmanes—, y que tras media década, el pueblo libio todavía no ha ratificado el apoyo a su gobierno en unas elecciones. (klik egin-ver más)
Alberto Rodríguez García, en actualidad.rt
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