Estas modistas a domicilio sin contrato alguno o en pequeños talleres de costura clandestinos, padecieron una extrema explotación laboral. Sus salarios contribuyeron a equilibrar una economía de guerra donde ellas llevaron la peor parte. Y eso que estas mujeres anónimas e invisibles movilizaron una parte muy importante de la industria textil y del comercio. Su trabajo requería conocimientos, destreza y dedicación. Y en ello se empeñaron, sin embargo fueron ellos, los hombres, los sastres, los grandes diseñadores los que luego se llevaron los laureles del éxito de las grandes marcas de moda.
Mientras tanto ellas, ahí las ven, como recién salidas de ese cuadro de Giuseppe Pellizza (1901) que representa al proletariado y que luego fue el cartel de la película Novecento, de Bertolucci.
Paco Roda
Foto: Galle, Fiesta de las Modistas. Pamplona, 13 diciembre de 1946. AGN
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