viernes, 13 de febrero de 2009

CAZA DE ALTANERÍA


Qué desconfiado: es pura casualidad. Claro que, en una montería, ¿con quién espera que tenga encuentros fortuitos? ¿Con un parado? ¿Con un teleoperador? ¿Con la cajera del súper? Bermejo, el de negociador talante, ese hombre austero que apenas gasta cuatro duros (de dinero público) en reformar su vivienda, ya lo ha explicado: él no hacía más que practicar un poco de “deporte” en su tiempo libre y “disfrutar de la naturaleza”. ¿Qué puede tener eso de malo, caramba? ¿Es que no se pone usted nunca un chándal para echar un partido con los amigos?

Pensará usted que es un entretenimiento de lujo al que acuden los ricos y poderosos para compadrear, apañar negocios y enjuagues, maquinar intrigas bajo cuerda e intercambiarse amantes. ¡Nada más lejos de la realidad, amigo! Es un pasatiempo inocente, propio de clases humildes y pensionistas, como la petanca, “una actividad social de contacto con la naturaleza”, como bien dice Bermejo, que caza “con gente muy variopinta”. ¿No caza también el rey, ese demócrata? ¿No van los fontaneros y las chachas a monterías? Usted lo que pasa es que es un demagogo, ¿a que sí?

Bermejo es un tipo de izquierdas, él mismo lo ha dicho, y actúa en consecuencia. ¿El lujo y el compadreo es patrimonio de la derecha? Ni hablar, hombre, eso se acabó. El PSOE ya demostró, con Felipe González a bordo del Azor, que cuando ellos se ponen son tan capaces de darse a la buena vida como el que más. Buenos trajes, cacerías, grandes restaurantes, en fin, como ha dicho el ministro, sólo se trata de “desconectar del día a día”. Si ni siquiera puedes vivir como un marqués, entonces ¡para qué narices te vale ser ministro y de izquierdas! ¿Que da asco? Pues sí, bastante; pero es súper de izquierdas, salvo para demagogos como nosotros.

Rafael Reig (Público)

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