sábado, 4 de octubre de 2008

EL EJEMPLO DE ABONLIR

Se diría que los pueblos de la cuenca del Aragón, además de estar condenados a sufrir las consecuencias de su condición de zona aislada y desfavorecida, son el destino idóneo para la instalación de plantas de reciclaje que nadie quisiera tener cerca de casa. Ya hemos denunciado desde Gerinda Bai el proyecto de la empresa Indugarbi en Murillo el Fruto, que supondrá depositar anualmente 80.000 toneladas de fangos de depuradora y el tránsito diario de más de 40 camiones diarios cargados de residuos, en trayecto de ida y vuelta. Ahora se anuncia la posible construcción entre Gallipienzo y Cáseda de una planta de tratamiento de residuos orgánicos, en una zona en la que la presencia de Viscofan, importante sin duda para el desarrollo comarcal, ya supone un problema medioambiental.

Para medir las consecuencias que podría tener la materialización de tal proyecto, es ilustrativa la experiencia de Abonlir, empresa ubicada en las inmediaciones de Figarol desde 1992, dedicada al reciclaje de residuos ganaderos para la elaboración posterior de fertilizantes orgánicos. Unos pocos puestos de trabajo -16 cuando trabajaban a tres turnos, ahora probablemente menos-, no compensan el serio deterioro de la calidad de vida de las gentes del entorno. Repetidas veces se han denunciado los insoportables olores que esta actividad genera, de forma más acusada en la vecina localidad zaragozana de Alera, e incluso en Castilliscar y en Sádaba que en el propio Figarol. Hasta el punto de producirse hace cuatro años una guerra burocrática entre los ayuntamientos afectados, la empresa y el Gobierno de Navarra.

Esos olores nauseabundos son también a menudo especialmente perceptibles desde la laguna de Dos Reinos, humedal de 30 hectáreas, creado en los años 60 en el límite de Navarra y Aragón. Lo que podría ser una deliciosa zona recreativa acondicionada en un entorno privilegiado de romerales y pino carrasco, donde se cultivan cereales y arroz y anidan la garza imperial, el ánade real o el rascón, se convierte con frecuencia, según las influencias de los vientos, en un lugar muy poco agradable para el paseo y el disfrute.

Estos proyectos insalubres encuentran a menudo la complicidad de la mayoría municipal, como en Murillo. Y aun cuando no ocurre así, los vecinos se encuentran indefensos para hacerles frente e imponer el respecto efectivo de las normativas vigentes. Urge una concienciación general de la naturaleza colectiva de los conflictos medioambientales, de forma que en cada caso se implique la opinión pública de cada comarca, incluso de toda Navarra.

Praxku

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