miércoles, 22 de abril de 2020

EN LA MUGA DE CONTENCIÓN

Desde hace un mes el mapa de positivos por coronavirus que ofrece el Servicio Navarro de Salud/Osasunbidea tienen una mancha oscura en mitad de Navarra con las tasas más altas por zonas básicas en Tafalla y Artajona, que ya superan cifras de 22 enfermos por cada 1.000 habitantes, en la parte alta de toda la comunidad. Al contrario, en la frontera más próxima y afortunadamente de momento, el área de Olite/Erriberri presenta casi diez veces menos de contagiados (3 por 1.000) como si la pandemia se frenara al sur.
            Olite, Ujué/Uxue, Pitillas son municipios con, en principio, atractivos turísticos que favorecen el intercambio de gentes pero, en esta ocasión al menos, los visitantes no propagaron el virus con la velocidad que luego atajó el confinamiento. Quizá, en la primera hora, se actuó con rapidez, auque otros pueblos seguro que tomaron, con peor fortuna, medidas prontas como la clausura de jardines, sociedades o pipotes. Quien sabe. La mala suerte también es determinante.
            El caso es que, por gracia u organización, las residencias de ancianos, un foco principal, no han resultado aquí tan castigadas como al lado y, sobre todo, la población ha sabido encerarse en casa y ha seguido, en general, directrices claras de confinamiento. El trabajo de los sanitarios, las trabajadoras de la residencia, brigada de limpieza, de los policías locales, de la cadena de voluntarios que desde el día uno ha fabricado pantallas, mascarillas y batas es digno de admiración. 
            Algún día llegará que veremos toda esta pesadilla con perspectiva, como una época de peste medieval, y nos daremos cuenta de que hubo gente que dio mucho por la salud de todos, que estuvo en momentos duros al pie de un cañón clavado en la muga donde mataba y mucho el COVID 19.
El Olitense

NEOLIBERALES DE GUARDIA

En las tertulias políticas y en las redes sociales hay un grupito de neoliberales que se turnan para hacer guardia, para que ninguna medida social de cualquier gobierno quede sin respuesta inmediata.
Nunca los oirán criticar el gasto militar; ni los 11.000 millones que un estado aconfesional da a la Iglesia Católica; ni el rescate de autopistas; ni las facilidades de los millonetis para la elusión fiscal; ni el timo del Banco Popular (300.000 accionistas perdieron sus ahorros cuando el Santander lo compró por un euro).
Pero si alguien sube el sueldo mínimo; o propone mejorar las pensiones; o quiere fijar unos precios mínimos a los productos agrícolas; o va a crear un ingreso mínimo vital para quien se está muriendo de hambre, saltarán como resortes a explicarnos que es un error irreparable, que no hay dinero para eso, que es pan para hoy y hambre para mañana, que el Apocalipsis económico llama a la puerta.
Hay quien cree que son personas a sueldo de los de siempre, los que se forran mucho en tiempos de bonanza y aún más cuando vienen mal dadas. Pero me temo que en realidad piensan lo que dicen. Aprendieron la economía de las grandes cifras y se doctoraron en cifras aún mayores, y eso les hizo olvidarse de que debajo de ellas hay personas. Es la deificación de la macroeconomía, eso que alguien resumió así: "Si yo tengo dos Ferraris y tú ninguno, los dos tenemos uno". ¿Qué más da vivir en un país con 21,5% de la población en riesgo de pobreza si la suma total queda apañada con los millones de los más afortunados?
Uno de sus mantras más perversos es que los mercados se regulan solos. Y estamos de acuerdo. Lo que se callan es que su manera de autorregularse es brutal: de la burbuja a la depresión y vuelta a empezar, tras dejar a millones de personas en la cuneta. Y quien quiera estabilizar eso es un intervencionista.
Y su otro argumentazo es que los impuestos son un robo del Estado al ciudadano... Que en estos meses sean capaces de negar la importancia de la sanidad pública les define de maravilla. Pero ahí siguen, de guardia.
Tomás de la Ossa, en Diario de Noticias