martes, 10 de enero de 2017

SOLIDARIDAD LINGÜÍSTICA

A muchos la palabra gascón sólo les sonará si se acuerdan de D’Artagnan. Sin embargo, esta variante occitana hablada en tiempos desde la desembocadura del Garona a los Pirineos, fue durante la Edad Media lengua común en algunos barrios pamploneses, y el idioma materno de todos los últimos reyes de la Navarra independiente. En la costa oriental guipuzcoana hubo población gascona, como lo fueron la mayoría de los habitantes del litoral más norteño de Lapurdi. Hoy en día, barrida por el francés, el gascón agoniza en toda su antigua geografía, como el resto de las variedades occitanas. Quedan unos pocos centenares de miles de hablantes dispersos en extensas zonas rurales, pero apenas un 5% tiene menos de 50 años. La excepción lo constituye el valle de Arán. El único enclave gascón fuera del Estado francés es también el único donde goza de estatus oficial, y el único donde se le ofrecen ciertas garantías de supervivencia. ¿Gentileza de las autoridades españolas? Más bien de las catalanas, que reconocen los derechos de una minoría lingüística que, en el territorio administrado por la Generalitat, no llega a los 10.000 hablantes. Si excluimos la comarca leridana, un viajero puede recorrer toda la antigua Gascohna sin ver una sola señal en esta lengua. Toda, hasta que llega al País Vasco. En territorio francés, los rótulos oficiales en gascón no están ni en Pau ni en Dax, tampoco en Lourdes o en Burdeos. Están en Baiona y Biarritz. Lo decía ayer este periódico, el ente autónomo vascofrancés que inició su andadura el pasado día 1, además de al euskera, va a hacer un sitio al gascón, lengua que apenas utilizan unos centenares de sus habitantes. De nuevo, son los miembros de una comunidad lingüística minorizada los que deciden proteger a otra. Una solidaridad cara de ver en los hablantes de idiomas más extensos.
Aingeru Epaltza, en Diario de Noticias

JORNADAS DE REFLEXIÓN EN IRUÑEA SOBRE EL FUTURO DEL MONUMENTO A LOS CAÍDOS


RINCONES DEL SALTUS VASCONUM: EL PICO DE LA CRUZ, EN LOS MONTES MINEROS

Hoy toca relatar la experiencia de una travesía que hicimos en noviembre, con un largo desplazamiento de por medio hasta cerca de los confines occidentales de Euskal Herria, plenamente justificado por el deseo de conocer unos montes muy peculiares, transformados desde el siglo XIX en su fisonomía por el trabajo humano, y testigos de históricos cambios demográficos y sociales. De estos evocadores montes de Triano, que separan el Gran Bilbao de las Encartaciones, se extrajo el mineral de hierro destinado a la siderurgia inglesa, que a su vez activó la potente industria astillera de la ría del Nervión. Y esta fue la cuna del movimiento obrero vasco. Su aspecto rojizo y descarnado de hoy es el único vestigio del vertiginoso dinamismo de una época en la que los trenes, los hornos y los cargaderos surcaban estos parajes. Incluso el emblemático canto del "alirón" tradicionalmente entonado por los seguidores del Athletic tiene sus raíces aquí. Con el grito de "All iron" que significa "todo hierro" saludaban los mineros el descubrimiento de nuevas franjas de hierro, que para ellos suponía una retribución extraordinaria.
El Pico de la Cruz, que apenas sobrepasa los 800 metros, es una cima claramente diferenciada dentro de este macizo de los montes de Triano o Gumeran. No tiene ninguna dificultad llegar hasta su base, pero alcanzar su rocosa y atractiva cima caliza, coronada por una cruz de hierro que da el nombre a la cumbre, obliga a afrontar cierta incomodidad en los últimos metros, en los que los bastones no nos servirán más que de estorbo, pues se hace precisa la utilización de las manos. Las excelentes vistas sobre Galdames y el conjunto de las Encartaciones recompensan sobradamente esa relativa penosidad. Muy cerca queda la depresión arbórea de los Hoyos de Gasteran, donde se sumerge una profunda red subterránea.
Por el oste y desde Akendibar, barrio de Galdames, parte la alternativa más corta para la subida. Más largo se hace por la vertiente Sur, desde Sodupe. Nosotros partimos desde el Norte, desde el collado de Piedras Negras, al que se llega por una carretera que se toma desde La Arboleda/Zugaztieta. Ascendimos previamente Pico Mayor (742) y Ganeran (823). Esfuerzo opcional, puesto que también se pueden bordear estas cimas siguiendo la ruta balizada que une los collados de Piedras Negras y Mustariaga. Desde el Pico de la Cruz podríamos haber seguido hacia el SE en dirección al Eretza (887), punto culminante de los montes de Triano si se considera a la sierra de Sasiburu como parte de los mismos.
Al margen del atractivo montañero, visitar La Arboleda, sede desde 1888 de una de las primeras agrupaciones socialistas del Estado, ofrece la posibilidad de visitar sus lagunas formadas por la afloración de aguas subterráneas, los restos de su hospital minero y muy cerca el funicular de La Reineta/Larrañeta, con su característica plataforma plana, activado por un sistema de poleas. Numerosos son los restaurantes, especializados sobre todo en las alubias con sacramentos, que sirven de reclamo para el ocio de los habitantes del entorno y de los turistas.
El club montañero Ganerantz de Portugalete organiza todos los años el tercer domingo de septiembre una travesía, la Memorial Joserra Romaña, coloquialmente "la Romaña", que permite visitar la mayor parte de los montes de Triano. La exigente versión completa obliga a recorrer más de 56 kilómetros y un desnivel de 4.000 metros. La "corta" es de 31 kilómetros y 2.235 metros de desnivel.