El pasado lingüístico de la Ribera anterior a la romanización es un misterio. Hoy sabemos un poco más gracias a las investigaciones de Jimeno Jurío o a las más recientes del corellano Javier Sainz Pezonaga, pero no se puede ir mucho más allá de las hipótesis. Esta es la principal conclusión del análisis que sobre el tema "la Ribera y la cultura del euskera" realizó ayer en Falces ante un auditorio de 20 personas, en su mayoría muy jóvenes, el filólogo Joxemiel Bidador.
Bidador, que a su condición de filólogo, escritor y profesor, une actualmente la de presidente del concejo de Paternain, en la Cendea de Cizur, aprendió euskera precisamente en la Ribera, en el seminario de Tudela, adonde llegó a la edad de 14 años, procedente de Altsasu. Lo aprendió de tal forma que fue profesor del idioma en Fustiñana. Su compañera dio clases en la ikastola de Cortes. No es, pues, de hoy, su interés por la realidad lingüística de la comarca. Una comarca de límites geograficos difíciles de precisar, puesto que en función de quién y desde dónde hable puede comenzar en Los Abetos, en Caparroso, en Olite, en el barrio de la Milagrosa de Pamplona como decía Urmeneta, o en el alto de Belate según la cosmovisión baztandarra
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