El perdón goza de
buena fama y de un prestigio religioso, o a este asimilado, que lo convierte en
intocable y al final en un saco de humo.
La petición de perdón en boca de un político, por hechos indecorosos y reprobables cometidos en el ejercicio de su cargo, no tiene valor alguno si no se aparta de inmediato de la escena política. De lo contrario es una maña de mala comedia, una añagaza para no perder público o votantes; es una burla y una ofensa redoblada hacia aquellos a quienes ya se ha ofendido, mentido, faltado al respeto o de quienes se ha abusado con la prepotencia de hacerlo desde cargos públicos (y beneficiarse de caudales públicos o semipúblicos lo es). (klik egin-ver más)
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