Maduro no es el hombre más guapo del mundo. Pero el problema no es Maduro. La boliburguesía existe y los burócratas que calladamente trabajan en el Estado para la restauración neoliberal son una realidad: las fuerzas policiales travestidas de revolucionarias que disparan a militantes bolivarianos de las barriadas, los técnicos que allí (como aquí) dicen que nada es posible, los aposentados dirigentes que se corrompen para corromper el corazón de la Revolución...Pero ese tampoco es el problema.
El problema, señores míos de la pureza y los más altos ideales, el problema, digo, que a mi me preocupa y desazona, el que motiva un cierto desvelo y una clara solidaridad, el problema, pues: son las cientos de miles de personas, de trabajadores, de campesinos, de habitantes de las barriadas que creyeron en la palabra Revolución y en las músicas reiteradas de nuestros persistentes manifiestos.
No los dirigentes que pedirán asilo en Suiza, ni los intelectuales que obtendrán una cátedra en el París del exilio y los cafés, sino los miles de hombres y mujeres (yo conocí allí unos cuantos) que han dado todo lo que tenían, que era bien poca cosa, por cambiar las cosas y que quedarán a los pies del fascismo, de la violencia revanchista de los de siempre, de una de esas "democracias" de desaparecidos y cuerpos desmembrados como Honduras, Guatemala, Colombia...
Mi solidaridad no es con Maduro (allá él y su bigote) sino con los comuneros del 23 de enero, con los militantes fabriles, con las mujeres campesinas, con los movimientos sociales del pueblo venezolano que han sostenido el sueño (aunque sólo fuera un sueño, incluso bastante turbio) y que, ahora, siguen defendiéndolo.
Se puede elegir Capriles frente a Maduro, como se puede elegir Le Pen frente a Macron, si eres blanco, intelectual y reposado, por supuesto.
José Luis Carretero, en su página de Facebook
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