martes, 20 de junio de 2017

FUSILAMIENTO, AMOR DE JUVENTUD Y DESTINO

Hay historias de la guerra que sorprenden por su combinación de muerte, amor y, en este caso, destino. Son pasajes que, en ocasiones, se asemejan a guiones de película. La historia, en este caso, gira en torno al abuelo Eloy Resano, a su nieta Amelia Resano Campo (1950), y a Benito Salvatierra Del Campo (1946). Amelia y Benito forman una entrañable pareja navarra, republicana y activista del memorialismo en la que el padre de él fue quien llevó a fusilar al abuelo de ella el 27 de julio de 1936. A día de hoy, es uno de los más cien mil cuerpos desaparecidos aún en el Estado.
Iban Gorriti, en DEIA

2 comentarios:

  1. Ni aun en este caso que pareciera servir para limar las apariencias se puede llamar fusilar. Lo llevaron a matar, a asesinar. No se puede sostener una historia tan didáctica sobre una mentira.

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  2. Como muy bien dice Pedro, siempre tan sensible en estos asuntos, a fusilar se puede llevar a alguien justamente: porque ha tenido un juicio, porque cometió un crimen atroz... Pero lo que ocurrió en aquellas fechas fueron crímenes impunes a manos de asesinos impunes y nada más. Por eso conviene recordar, como nos cuenta en sus muchos libros al respecto Pedro, que cuando son recordadas anualmente las víctimas por las calles de Buñuel todavía se puede oír a los defensores del terrorismo nazional católico espetar con los puños cerrados y el odio cainita en sus gargantas: NO FUERON ASESINADOS, FUERON FUSILADOS, es decir, BIEN MATADOS

    Que los familiares de víctimas empiecen a entender la importancia de las palabras y utilizarlas bien, porque no son fusilados sino ASESINADOS, es también dignificar a las víctimas y poner en su justo lugar a sus verdugos. ¿A qué esperamos pues?

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