domingo, 24 de septiembre de 2017

HISTORIAS TERGIVERSADAS

Esta semana recibieron una distinción oficial Juan Vallejo, Mikel Zabalza y Alberto Iñurrategi por haber salvado en el Gasherbrum II a un italiano de una muerte segura, saliendo a por él desde unos 5.000 metros, recogiéndolo a 7.100 donde permanecía inmovilizado por el mal tiempo y la falta de energía y bajándolo. Chapeau y gracias. Pero hay que resaltar algo que metió mucho ruido aquellos días y que luego no se rectificó: nadie de su equipo abandonó a su suerte a Valerio Annovazzi, tal y como repitieron hasta el aburrimiento los medios. Annovazzi subía solo a la montaña, como a día de hoy y desde hace muchos años hacen muchos. Contactas con otros montañeros, formas un grupo de varios para poder pagar entre todos un permiso de ascenso y luego ya en la montaña cada uno hace su vida y sube como puede y cuando puede, normalmente tratando de ir a la vez hacia arriba y hacia abajo, vale, pero sin compromiso de ninguna clase, respondiendo cada uno de sus propias fuerzas. Lógicamente, desde la comodidad de nuestros sofás, lo sencillo es echarse las manos a la cabeza y lamentar los tiempos de antaño cuando las expediciones eran nacionales, de alpinistas de élite o de íntimos amigos, pero ese tiempo pasó y yo al menos no soy nadie para decirle a un checo que justo puede poner un pie delante del otro sin resbalarse y matarse que se quede a 7.100 metros a bajar a alguien al que no conoce de nada y que no ha salido de la tienda a su hora. No soy nadie, le estaría echando en cara que no se suicide. Lo soy para darles las gracias a Vallejo, Iñurra y Zabalza por ser la élite, por ser comprometidos, por ser valientes, pero no tengo nada que criticar a quien no tiene ni ese nivel ni esa valentía, parte de la cual la da por supuesto la fuerza y el nivel. Anovazzi lo dejó claro: nadie me abandonó, si muero hubiese sido mi responsabilidad. Gracias Juan, Alberto y Mikel.
Jorge Nagore, en Diario de Noticias

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