El 17 de noviembre de 2018, surgió en Francia un movimiento sin precedentes desde mayo de 1968. Cientos de miles de personas se movilizaron contra un aumento de la tasa al combustible anunciado por el gobierno de Emmanuel Macron. Si bien Francia ha sido históricamente un país de protesta, esta movilización apareció como algo innovador, inusual tanto en su composición sociológica como en sus modos de acción. Los manifestantes que vestían sus chalecos amarillos –que todos los automovilistas deben tener en el coche– venían de sectores populares poco acostumbrados a participar en movimientos sociales. Se podía encontrar desde trabajadores pobres a mujeres de clase trabajadora, pasando por jóvenes de entornos rurales.
Había una paradoja. Aunque los Chalecos Amarillos se centraron principalmente en cuestiones materiales –a priori similares a las de los sindicatos– estos desconfiaban de las organizaciones sindicales tradicionales, o incluso las repudiaban. A pesar de la participación individual de muchos militantes sindicalistas en el movimiento, la relación no terminará nunca de cuajar.
Maxime Quijoux, Guillaume Gourgues (en CTXT)
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