martes, 28 de abril de 2020

NO SÓLO ES INÚTIL

El Gobierno central ha decidido ya prescindir de la presencia de uniformados en las ruedas de prensa que ofrece sobre la evolución de la pandemia. Normal. Aportaban poca información y muchas posibilidades de meter la pata. Sánchez corrige así, en parte, una de las originalidades españolas en el momento de afrontar la crisis: la militarización visual y verbal de la respuesta gubernamental al coronavirus. Hemos visto a unidades militares haciendo turismo por el país, vigilando la nada o haciendo puntuales trabajos de desinfección que en otros lugares realizaban con normalidad bomberos, empleados municipales o simples voluntarios, pero, claro, en estos momentos algo había que pedirle a una institución que, sólo en armamento, gastó el pasado año la friolera de 20.050 millones de euros del presupuesto del Estado. Acompañaba a ese movimiento una retórica de corte bélico en boca de mandos y parte de la clase política. ¿Nos encontramos realmente en una conflagración de la que tenemos que salir victoriosos? Pues si damos por buena la metáfora, tendremos que colegir que el rendimiento en la misma de los profesionales de la guerra no ha llegado ni a lo mediocre. Uno de los muchos ejercicios a los que nos obliga esta crisis es al recuento de las instituciones que aportan algo, mucho o nada a nuestra seguridad y a nuestro bienestar. Se irá el coronavirus, pero el mundo de la ciencia anuncia ya la aparición de otras plagas. Las guerras ya no se van a ganar ni con tanques, ni con misiles, ni con fragatas. Para afrontarlas necesitaremos mejor sanidad, más investigación, mejores servicios sociales, mejor sistema educativo, más educación cívica y más conciencia social y medioambiental. El ejército, por lo menos en su actual concepción y dimensión, no solo es inútil, sino que absorbe energías y recursos vitales en otras instancias. Y de la monarquía, ni hablamos.
Aingeru Epaltza, en Diario de Noticias

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