Termine como termine lo del Supremo, lo que nadie puede dudar ya es que la jefatura del Estado la ha ejercido un disoluto ante el silencio culposo de muchos. El gran problema no es tanto el monto de las comisiones, sino cómo la corrupción emanante ha permeado hacia abajo como un miasma. Si la cumbre de la pirámide estaba podrida, de ahí hacia abajo se gangrena todo lo demás. Ese es el coste de las trapacerías del campechano. Esa es la razón por la que la regeneración profunda del Estado no se puede hacer sin un cabal tránsito hacia su desmonarquización. (klik egin-ver más)
Santiago Cervera, en Diario de Noticias
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