Es extraña la sentencia del juzgado nº 6 de Alcorcón de la semana pasada. Un juez, un presunto humano racional, se enfrenta a un caso de divorcio. La madre pide poder trasladar a sus hijas a Vigo. El presunto ser humano racional, en este caso en el papel de juez, le niega el derecho a la madre. Da motivos, claro. El más llamativo es que si las niñas dejan su colegio en Alcorcón y son escolarizadas en Vigo lo van a pasar muy mal, porque se verían inmersas en la lengua gallega. Hay muchas formas de tortura, pero convendrán ustedes comigo en que hablar gallego debe de ser una de las más perversas. Pero prosigamos. Se pregunta el presunto: porque, en definitiva, ¿para qué sirve el gallego? Y se contesta: pa ná, claro. En sus propias palabras: no tiene esa lengua "ninguna utilidad práctica, más allá del ámbito de aquella comunidad autónoma".
Qué bonito es ser juez. Puedes decir las barbaridades más floridas y no pasará nada, siempre cuando y te atengas a la prosa fundacional que viene al caso. ¿Cómo hacerle ver que no hay ningún idioma ungido por la mano de Dios (ni siquiera el español, aunque le cueste creerlo), sino que todos son hijos de las mismas contingencias? No me quedan palabras. Sólo unas pocas más: el ser humano racional presuntamente juez se llama Alejandro José Galán Rodríguez. Para que conste en la historia local de la infamia.
Joan Garí, en Público
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