lunes, 27 de septiembre de 2010

FRAGMENTO DE LA ALBADA DE LA AUSENCIA


Nos hemos quedado huérfanos. Aragón ha perdido a uno de sus mejores hijos; todos los aragoneses y aragonesas, sin excepción, a uno de las personas que más hizo por la dignificación y la recuperación de las libertades del país. Y los aragonesistas, especialmente, al abuelo, al padre, al hermano mayor, al colega, al hombre que desde finales de los años sesenta supo despertar la conciencia aragonesista que yacía dormida y entroncarla con los movimientos aragonesistas anteriores a la guerra civil. Y todo eso lo hizo apenas sin proponérselo, sin voluntad de impartir doctrina, sin dogmatismos, sólo con su ejemplo y su conducta. Por eso le quería y le quiere gente de toda condición, no sólo sus correligionarios. Él sabía muy bien que la verdad no es patrimonio de nadie, huyó del sectarismo como de la peste y tuvo amistades de todas las ideologías y en todo el espectro político.
A Labordeta nunca le gustó en realidad la práctica diaria de la política, pues él era ante todo un poeta, un escritor. Y para dar a conocer sus versos comenzó a musicarlos y se hizo cantante. Fue entonces la voz de Aragón, la voz del Aragón desheredado, preterido y olvidado. Estuvo siempre a la izquierda, apoyando a la izquierda, comprometido con ella, pero su corazón era aragonesista (como lo fue el de su padre don Miguel Labordeta Palacios) y por eso sólo tuvo dos partidos, los dos aragonesistas y de izquierdas: primero, el Partido Socialista de Aragón y, después, Chunta Aragonesista, donde militó desde los años noventa hasta su muerte.
Nieves Ibeas, presidenta de Chunta Aragonesista

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