martes, 28 de junio de 2016

LOS RESULTADOS DEL 26J Y EL GOBIERNO DE NAVARRA

La desazón provocada por los resultados electorales de anteayer me ha impedido analizarlos con la inmediatez acostumbrada. Las horas posteriores de reflexión han podido servir para ayudar a situar en su justa dimensión los desahogos virales sobre el escaso poso democrático de la ciudadanía española, la pervivencia del franquismo en la psicología colectiva y en el entramado del poder, el voto del miedo acrecentado por el brexit, o la sombra del pucherazo, inevitable estando por medio un sujeto de la calaña política del ministro de Interior. Porque un estudio reposado de los datos lleva a pensar que más que de una victoria política de la derecha, indudable por su demostración de fortaleza y solidez, tenemos que hablar de un serio traspiés de la izquierda, muy particularmente de la izquierda alternativa. 

Mientras que entre la derecha y el PSOE se hacen con la práctica totalidad del voto oculto, la suma Podemos+IU pierde apoyos y únicamente el efecto de evitar la pérdida de restos dispersos al haber acudido juntos les permite igualar los 71 escaños que obtuvieron en diciembre. Amortizado el atractivo de la novedad, de la espontaneidad y de la autorganización, sustituidos por un estilo centralista y oligárquico, que en Navarra tuvo su más clara evidencia en la anticipación por parte de Iglesias de la respuesta que se iba a dar a la propuesta de una candidatura conjunta por el cambio, el fracaso de su objetivo mínimo, el sorpasso, el futuro de la formación, y con él el de la alternativa al bipartidismo, entra en una fase más que incierta. 

Existe, sin embargo, en el país una mayoría progresista, pero la imposibilidad de articularla habilitará un gobierno de la derecha, seguramente rebajada la inflexibilidad en ciertos aspectos de sus políticas por la ausencia de mayoría parlamentaria. Un optimismo razonable no da para más.

Buena parte de esas tendencias se reproducen en Navarra. Resiste la derecha con un leve repunte al alza, mientras que Unidos Podemos, a pesar de recibir en mayor o menor medida una transferencia de votos desde el vasquismo, no alcanza por poco sus registros conjuntos de diciembre. Es el PSOE el que de forma más satisfactoria invierte su decadencia en el Estado ganando aquí más de 3.000 nuevos votos, confirmando una vez más en elecciones generales que es un partido con raíces, por errática o frustrante que resulte su trayectoria para el electorado de izquierdas.  Pero la gran especifidad de los resultados navarros está en el descenso del sector vasquista, moderado en el caso de EH Bildu y muy acusado -huyendo de eufemismos habría que hablar de clamoroso- en el caso de Geroa Bai. 

Un descenso doloroso, pero en absoluto sorprendente en el contexto de una percepción social generalizada de la imposibilidad de alcanzar escaño partiendo de los resultados de apenas seis meses antes y tratándose de una organización que no tiene en su implantación social su mayor fortaleza. No es hora de reabrir discusiones sobre la decisión adoptada en cuanto a la participación, porque cualquiera de las opciones –presentación en solitario, coalición con EH Bildu o autoexclusión electoral- suponía un desgaste inevitable. Había indicios claros de una fuga por voto útil hacia U.P. y hacia Bildu, pero los números indican que también la ha habido hacia el PSOE y en una medida nada desdeñable hacia la abstención. Al igual que en diciembre, nada parece orientar hacia un mal planteamiento político de la campaña, y sería de desear que a partir de ahora se puediese integrar en tareas políticas cotidianas a candidatos de la valía de Innerarity y Luján para revitalizar un discurso muy aletargado tras la asunción de tareas de gobierno.

Aún cuando es muy difícil de cuantificar, quizás sea esa fuga hacia la abstención lo que más nos deba preocupar de la pérdida de la mitad de los votos de Geroa Bai y los 20.000 de desafección que sufre el espacio vasquista en su totalidad. Porque existen antecedentes históricos relativamente recientes en las que las transmisiones de voto útil resultaron reversibles. Recordemos las elecciones generales de 1989, a partir de las cuales Izquierda Unida comenzó a ser alguien en Navarra merced particularmente al hueco que fue dejando la inutlidad práctica del voto a la izquierda abertzale de aquella época. O las forales de 1995, en las que además de continuar el flujo hacia IU, Juan Cruz Alli sedujo a una parte del electorado abertzale. 

Si bien el recrudecimiento de la ofensiva hacia el gobierno de Navarra, iniciada con las bravatas de Esparza, no amenaza de momento su estabilidad, resulta obligado extraer conclusiones de estas elecciones, en las que no hay que olvidar que la participación ha estado aquí por encima de la de la CAV y la del conjunto del Estado, para identificar las amenazas, que ciertamente existen. Harían falta por lo menos dos legislaturas consecutivas para que el cambio sea perceptible en la sociedad. Y ya hemos comprobado que la derecha está fuerte y es obvio que tiene poderes determinantes por detrás. No es imaginable ni de lejos que por sí sola pueda alcanzar la mayoría en 2019, pero nada garantiza que la configuración de una hegemonía progresista no esté condicionada entonces por el PSN. Huelga decir que con una extrapolación de los resultados de anteayer el cambio volvería a depender de ellos. Los resultados de hace un año fueron fruto de lo que algunos denominaron “la tormenta perfecta”, que tuvo como dos de sus columnas principales la incívica gestión de UPN en el gobierno y la emergencia del fenómeno Podemos. La primera se va olvidando, por más que haya dejado una brutal huella que ahora se traduce en las estrecheces presupuestarias con las que que toca acarrear, y a la segunda puede suceder el desencanto consiguiente al fracaso electoral, a pesar de sus excelentes números, de una organización inmadura y con evidente riesgo de inestabilidad. 

Gobernar Navarra, tarea en la que su presidenta y Geroa Bai tienen una notable responsabilidad, va a requerir en los próximos tres años de una doble búsqueda de puntos de equilibrio. Sin duda, entre las posiciones de los que haciendo de la sobreactuación política norma diaria pondrán el grito en el cielo ante cualquier tipo de avance o reforma, y las de los que la tildarán de excesivamente timorata y exigirán pasos más rápidos y espectaculares. Y por otro lado, entre la necesidad imperiosa de optimizar el diálogo, la reflexión conjunta y el acuerdo entre los componentes del cuatripartito y el intento inexcusable, guste o no decirlo, de mantener la puerta abierta al PSN para sumarse a consensos, y de intentar sustraerlo en la medida de lo posible de la férrea entente que mantiene hasta ahora con UPN y PP. Puntos de equilibrio, algo muy diferente a puntos intermedios, entiéndase, que suponen ejercicios de ponderación, en ambos casos, muy difíciles de realizar con éxito, por su naturaleza y por la coyuntura, pero de igual trascendencia estratégica. Quizás de las elecciones vascas de otoño, de imprevisibles resultados en cuanto a la gobernabilidad, surjan nuevas complicidades políticas, que puedan incidir, para bien o para mal, en la política navarra.

Praxku

3 comentarios:

  1. Los nuevos votos del partido del agostazo, que en Madrid jugó descaradamente la baza de Ciudadanos para llevar a la práctica la decisión del PSOE de evitar que Podemos formara parte del Gobierno, no son solo los 3000 votos de subida, sino que hay que sumarle la bajada proporcional que El PSOE ha tenido en todo el Estado. Esa cantidad, por lo menos, es la que, en mayor medida, proviene del voto de IU que no ha visto rentable darle el voto a Podemos cuando ellos no sacaban nada a cambio.
    Comportamiento contrario a lo que han hecho en el Senado. Miembros de las mesas han confirmado las numerosas papeletas que llevaban marcada solamente la casilla de Bernal (IU) o la de Bernal más dos del PSOE. Lo que se ha reflejado en el resultado final, junto con la jugada de votar a los primeros de la lista, que no tenía otro objetivo que salvarle la cara a Luján.

    Pensar que «mantener la puerta abierta al PSN» es algo que garantiza el cambio según los mínimos del acuerdo programático es, en el mejor de los casos, política ficción. Para que eso ocurriera debería existir otro PSN diferente, y el que hay es el mismo del agostazo. Sin ese cambio lo único posible es tratar de asegurar un gobierno «tranquilo» en el que el PSN sea el sustituto de Podemos. Y para lograrlo hay que hacer lo que sea para que esos del «estilo centralista y oligárquico» (casi nada) no pinten nada.
    El problema para algunos es que en lugar de atraer a los votantes socialistas con políticas realmente socialistas, ven la solución en apaños por arriba.

    Resulta patético centrar toda la bilis crítica con el único partido que podría hacer posible una situación más favorable a los partidarios del derecho a decidir, y alegrarse de su prefabricada «derrota» para que los dos partidos más corruptos sigan decidiendo lo de siempre. Claro que al PNV nunca le ha importado demasiado, pues ahí están sus acuerdos con los Del Burgo, Aznar o sociatas. Incluso ahora no han negado la posibilidad de «escuchar» a Rajoy, aunque ven difícil que les dé lo que les conformaría. Durante las negociaciones el PNV pudo haber movido sus fichas para, al menos, demostrar que podían haberse utilizado sus votos para el cambio, pero soñar es gratis.

    Lo que resulta surrealista es que con los resultados habidos los opinadores no tengan otro insistente coco que el Podemos «derrotado», el venezolano de Olasagasti o el que va a explotar por sus luchas internas, y que algunos que están en el gobierno del cambio sigan con la monserga mientras se ignoran deliberadamente que gracias a esos «españoles» (en cuanto se descuidan salen los carloeladios debajo de las piedras) Uxue Barkos es presidenta de Navarra.

    No estaría mal bajarse de la nube, buscar los errores entre los escombros de la propia casa, y tener algo de educación con quien mantiene el cambio.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Espero, Lacort, que no sea en este artículo donde hayas leído que "mantener la puerta abierta al PSN garantiza el cambio". Y que no me cuentes entre quienes se alegran por que Podemos no haya alcanzado en estas elecciones sus objetivos.

      Eliminar
  2. En realidad, lo importante es que sí se podía ganarle a las derechas; algo beneficioso para todos los componentes del cuatripartito y el Gobierno. La simple suma de los votos del cuatripartito dice que les separan unos 6000 votos del quinto de UPN y unos 10000 del cuarto del PSN. Diferencias que a buen seguro hubiesen sido más favorables con una candidatura unitaria. Alternativa posible de haberse respetado los dos paralamentarios de Podemos en la oferta que no lo contempló, de acuerdo a los resultados de diciembre. Conseguir el cuatro parlamentario estaba mucho más al alcance de la mano por esta vía, que la de conseguirlo individualmente. Ahora mismo, con la yenka de Espaza y Chivite todo lo demás me parece que resulta secundario.

    ResponderEliminar