He aprendido finalmente vascuence, hará un mes. Llevaba más de una década sin poder hablar. Con nadie. Tengo 66 años, estoy en Pamplona en el 2039, soy periodista a punto de jubilarme, llevo sobreviviendo los últimos 15 años corrigiendo textos de niñas idiotas que se hacen llaman influencers y escribo esta carta con la esperanza de que llegue al pasado, para avisar a quienes aún viváis allá de lo que está pasando, aunque no sé cómo funciona lo de mandar cartas al pasado, pero lo averiguaré. No habla nadie castellano, está prohibido. Quedábamos unos pocos, pero han ido muriendo y al final solo quedaba yo. Mi mujer hace mucho que aprendió la lengua vernácula esa y mi hijo y mi nuera lo hablan desde pequeños, así como toda su generación y las posteriores. Poco a poco, se fue haciendo necesario saber euskera para trabajar en la administración. Oficializaron el idioma en todo Navarra. Empezaron a venir colonos de Elgoibar y Eibar, de Tolosa y de Pasajes, de Araia y de Donibane Lohitzune. Los camareros y camareras te servían en batua. Las empresas impusieron el euskera porque era el único que te aseguraba poder relacionarte con las instituciones. El modelo D se convirtió en el único existente, los castellano-hablantes comenzaron a morir por puro calendario y quienes no aceptaban la situación marcharon al exilio, la legendaria Marcha de la AP-15, y fundaron una nueva ciudad a la derecha de Mallén: Castellanópolis. Está de alcalde Pérez-Nievas, lleva 16 años seguidos en el cargo. Huelga decir la de hondonadas de hostias que hubo para ser alcalde. Yo hubiese ido pero la humedad del Ebro me jode los huesos. Y el hijo y la mujer, claro, que tiran mucho. Osasuna es filial del Bilbao y ya no hay Sanfermines, del 6 al 14 tiramos fuegos, decimos ¡Oh! y comemos helaos. Os dejo, que antes de la Despedida y Cierre de la ETB habla Urkullu todos los días y pasan lista. Agur, pues.
Jorge Nagore, en Diario de Noticias
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