El 2 de octubre Jamal Khashoggi, un periodista saudi crítico con el gobierno de su país, entraba en la embajada de Arabia Saudita en Estambul para recoger unos documentos previamente solicitados, y allí mismo era asesinado y descuartizado por un equipo de “expertos” venidos expresamente a realizar esta macabra acción. Khashoggi, como no las tenía todas consigo sobre el trato que le fueran a dar, llevaba un reloj inteligente conectado al móvil de su novia turca que le esperaba afuera, pero probablemente nunca imaginó que dicho reloj fuese a transmitir su muerte en directo, e incluso su descuartizamiento iniciado cuando aún estaba vivo.
Por supuesto que el horror supremo es ese brutal asesinato, pero después no se sabe qué produce más horror: si la reticencia y silencio durante muchos días de Occidente intentando poco menos que ocultar/minimizar el hecho, si la repugnante justificación de continuar con la venta de armas a dicho país, o el cinismo de aceptar la farsa que ahora mismo está montando el gobierno de Arabia Saudita, que dice va a juzgar a las 15 personas que previamente había mandado a Turquía a realizar el macabro crimen. (klik egin-ver más)
José Eladio Santacara
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