martes, 22 de enero de 2019

UNA JUSTICIA SELECTIVA Y ECONÓMICA

El fallo del jurado popular de Florida que ha vuelto a declarar culpable a Pablo Ibar de un triple asesinato es un nuevo mazazo. Y una muestra más de las carencias del sistema judicial de EEUU, donde muchas veces la simple convicción -en este caso la capacidad dialéctica y manipuladora de un fiscal que ha gozado de la condescendencia del juez parea mangonear a sus anchas el juicio- influye más en el criterio del jurado que la presunción de inocencia, la falta de pruebas científicas y policiales objetivas o la duda razonable. El juicio dejó en evidencia que su anterior declaración de culpabilidad se produjo tras un segundo juicio -el primero fue declarado nulo- en el que se falsearon testimonios de testigos, se pagó dinero a alguno de ellos por mentir y se falsearon también y se manipularon pruebas. Pese a ello, el fallo es unánime en el jurado de culpabilidad. Ibar lleva 25 años preso, 15 de ellos en el corredor de la muerte, en un penal de Florida. Tras gastarse millones de dólares, su familia logró demostrar por vía judicial que no tuvo garantizada su defensa ni, por tanto, tuvo un juicio justo. Pero ahora, tras invertir más de un millón de euros más en afrontar ese tercer juicio, ha fracasado en su intento de demostrar su inocencia. De momento, sólo le queda pelear por la cadena perpetua para sortear la pena de muerte. Es una justicia selectiva, en la que la capacidad económica dictamina buena parte del proceso judicial y en la que la pena de muerte en manos de Estado -una tortura inhumana y una vulneración muchas veces aleatoria del derecho humano ala vida por mucha cobertura legal que pretenda aparentar- es discriminatoria y a menudo se utiliza de forma desproporcionada contra los económicamente desfavorecidos y minorías. Como en el caso de Ibar, se impone y casi siempre se ejecuta arbitrariamente. Y es inevitable que se cobre víctimas inocentes, porque mientras la justicia humana sea falible, existe el riesgo de ejecutar a un inocente. Los casos de rectificación después de haber ejecutado por error a la persona condenada se suceden.
Joseba Santamaría, en Diario de Noticias

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