miércoles, 29 de abril de 2009

LENGUA SUELTA

Cuanto mayor es el poder y la influencia de los medios en esta sociedad de la comunicación, más cierta es aquella máxima de Goebbels "una mentira mil veces repetida se convierte en una verdad". La derecha española y buena parte de los intelectuales orgánicos -con el silencio y muchas veces con la complacencia del PSOE y del PSE- decidieron hace ya bastantes años que los obispos vascos no eran de fiar y sobre ellos dejaron caer primero la sospecha, después la insidia y, por último, la calumnia pura y dura. Sin el más mínimo rigor, sacando frases de contexto y manipulando textos, llegaron a la monstruosa conclusión de que los obispos vascos eran primero equidistantes, y luego cómplices del terrorismo, complacientes con los verdugos y hostiles con las víctimas, encubridores y hasta partidarios de los terroristas. Los escupitajos mediáticos que un día cayeron sobre Setién , siguieron cayendo sobre Uriarte y hasta sobre Blázquez , que ni siquiera es vasco. Según esa doctrina oficial sobre la Iglesia vasca, la recién nombrada presidenta del Parlamento de Vitoria, Arantza Quiroga , se explayó anteayer ante los micrófonos de una emisora en la que, sin duda, se sintió cómoda para soltarse la lengua. A ella, tan explícitamente católica, se le hace difícil serlo en el País Vasco según confiesa. Y ello por culpa de los obispos vascos porque "ponen siempre más el acento en el lado de los verdugos que en el de las víctimas", esa mentira mil veces repetida que ella ni se cuestiona ni hace el más mínimo esfuerzo por demostrar. Con la mayor desfachatez y una pavorosa ignorancia -siendo piadosos- asegura que los obispos vascos no han dicho claro que "matar está mal, utilizar la violencia no está bien y no hay fin ni objetivo que lo justifique". Pura mentira, y ella sabe que lo es. O debía saberlo. Pero le da igual. El caso es no separarse de la doctrina oficial del PP, aunque dada su condición institucional debiera ser consciente de que con sus palabras ofende a una mayoría de vascos. A ella, que se reconoce afín al ala más intransigente del catolicismo, le es difícil ser católica en Euskadi. Puede imaginar a cuántos vascos se les hace difícil ser católicos en la Iglesia de Rouco o, más difícil todavía, en la Iglesia poderosa e inclemente del Papa Benedicto XVI. (Editorial del Noticias de Gipuzkoa)

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