Decía Sieyès en sus escritos políticos sobre la Revolución que los no propietarios no son más que una muchedumbre sin libertad ni moralidad. Con la única excepción de la Revolución haitiana, todas las tradiciones revolucionarias ilustradas sobre las que se construyeron los edificios constitucionales liberales y social-liberales, se asentaron sobre la propiedad privada como eje jurídico vertebrador de las relaciones entre economía y política. La democracia estadounidense de los padres fundadores se basaba, de hecho, en la protección de los propietarios de tierras y de esclavos, y es que como escribió John Adams, desde el momento en el que se instala la idea de que la propiedad no es tan sagrada como las leyes de Dios, comienzan la anarquía y la tiranía. La Revolución francesa que en su digna etapa jacobina, proclamó la igualdad como principio unido a la libertad y a la fraternidad, vio cómo el desarrollo de los acontecimientos terminó convirtiendo la igualdad en un derecho puramente formal, al tiempo que constitucionalizaba las relaciones materiales derivadas de la propiedad privada.(klik egin-ver más)
Pablo Iglesias, profesor de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid, y presentador de La Tuerka
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