Cientos, miles, de personas ahogadas en el mar de la esperanza arrojan sus muertes sobre la hipocresía occidental. Cuando ministros y prebostes europeos se rasgan las vestiduras y dicen sorprenderse y “se preocupan” y proponen “tomar medidas” para atajar esa sangría, siguen pensando más en sus réditos electorales que en solucionar el problema. En caso contrario, no hubieran contribuido a crearlo y a aumentarlo. Casa mal poner trabas y aristas cortantes para evitar “el efecto llamada”, ahorrar en salvamento, y llorar después por la sangre derramada. Racismo y egoísmo también tienen un público, pero en líneas generales la sociedad soporta mal las tragedias en masa y ahora toca conmoverse. Hasta la próxima de esta sinrazón que sí tiene culpables y ni siquiera son los mayores las mafias de las barcas que mencionan en exclusiva quienes quieren evadir responsabilidades. (klik egin-ver más)
Rosa María Artal, en El Periscopio
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