Estás muerta en el río. El agua está tan fría que si estuvieses viva probablemente tardarías muy poco tiempo en morir de frío, pero ya estás muerta en el río, en algún lugar en el que de estar viva solo tú serías capaz de saber qué lugar es, pero que al no estarlo tampoco puedes saberlo y ni puedes ayudar ni ser ayudada, una imagen que revolotea por las mentes de quienes te aman y les hunde aún más. De estar viva seguro que pensarías que jamás hubieses imaginado para ti la imagen de encontrarte muerta en un río, posiblemente muy cerca de tu casa, de tu familia y de tus amigos. Lo más probable es que te entristecería, profundamente, ser consciente de haber tenido un final así, aunque por lo que contaban de ti, quizá estarías aún más triste por las personas que te querían y porque las personas que te querían no eran capaces de encontrarte, ya que eras profundamente valiosa, por supuesto también muerta, asesinada en este caso tan cruel, tan profundamente valiosa para muchos como lo somos casi todos para algunos. Aunque, ¿qué asesinato no es cruel?, tal vez te preguntases de poder hacerlo, como a lo mejor de poder hacerlo serías capaz de explicar a los demás alguna clave de por qué alguien que supuestamente está en el mundo para amarte ha sido capaz de en apenas un minuto sacarte de ese mismo mundo de la manera más sádica, cobarde e inhumana, algo, una pequeña pista de por qué, una mínima brizna de explicación para que no sintamos que quizá todos estemos en posición de hacer algo semejante, ya que eso es también lo que nos aterra, que detrás de esto además de tu tragedia y la de quienes te querían no haya una explicación racional o indicios o pistas previas que nos distingan a unos de otros, aunque sea un poco. Pero estás muerta en el río y ya de nada de esto vas a poder compartir. Ni de esto ni de nada, lo que es de una profundidad y de una infinitud inabordables.
Jorge Nagore, en Diario de Noticias
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