lunes, 18 de septiembre de 2017

EL ESTRAMBOTE COMO SÍNTOMA

No tengo el gusto de conocer al alcalde de Marcilla, pero puedo comprender que se sienta como postrero defensor de Numancia. El último estratega que tuvo UPN, Rafa Gurrea, insistía mucho en la necesidad de asentar el partido en el poder local, en el inmenso intersticio municipal de Navarra. Tanto se valoraba esa argamasa que había equipos dedicados, todos los días, a hacer kilómetros desde Príncipe de Viana con el exclusivo propósito de departir con los afiliados lugareños. Poco importaba formar a la militancia, mucho más tenerles convencidos de que en Pamplona había quienes estaban dispuestos a compartir con ellos un plato de magras. El legado de Barcina ha sido también la completa depauperación de ese poder cardinal, por más que en aquel arranque de mercadotecnia electoral se fotografiara sonriente a la entrada de los 272 municipios de Navarra, como el enanito de escayola de la película Amélie recorriendo el mundo. El prócer de Marcilla debió de pensar que sobre sus espaldas recaía la responsabilidad de vengar la afrenta del cambio, y en nombre de tantos alcaldes que fueron y ya no son ridiculizar el euskera como el estandarte de lo que Barkos representaba a su vera. Su gratuito intento de ofensa, armado sólo con el escaso ingenio que le dispensaba su simpleza intelectual -plagio de Wikipedia incluido-, tuvo continuación en una pieza escrita en el Facebook de su partido donde además se permitía introducir en escena al hijo de la presidenta. Toda una mezcolanza entre estulticia y ausencia de respeto y valores, justo lo que hay que exorcizar en un acto que tenía como motivo la inauguración del curso escolar.  (klik egin-ver más)
Santiago Cervera, en Diario de Noticias

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