El placer de pasear por los pinos de Santa Lucía se convierte en desazón al comprobar los destrozos que gente desalmada, quien sabe si a patadas o con ayuda de alguna herramienta, provoca un día sí y otro también contra el patrimonio de toda la ciudadanía.
¿Qué frustración acarrean para actuar así? ¿De qué sirve acondicionar un lugar de esparcimiento y ocio si no se respeta? ¿Habrá que llegar al extremo de poner cámaras ocultas, organizar brigadas de barrio o comités de defensa de lo público?
La Voz de la Merindad
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